Tengo que reconocer que esta entrada para mi ha sido un sufrimiento. De hecho casi no ve la luz, pero luego pensé: no, hay que publicar sí o sí, aunque no te guste demasiado el resultado.
Y es que cuando no haces las cosas "a gusto" no quedan bien.. está más que comprobado.
Siempre que me pasa algo así me acuerdo de la película "Como agua para chocolate". En ella, según el estado de ánimo de la protagonista, los platos que cocinaba te hacían entrar en éxtasis o incluso enfermar, tenía el don de transmitir sus emociones a la comida.
Pues con esta tarta no ha pasado lo mismo, pero casi.
Yo no soy muy de chocolate, así que esta tarta la hice por cumplir con mi "obligaciones totalmente voluntarias" del círculo. Estoy segura de que mis pocas ganas de hacerla fueron las que la gafaron.
Tuve que hacerla dos veces, la primera vez que la hice no me gustó demasiado ni el bizcocho ni sobre todo la capa de brillo final.
No sé si es que me pasé con la gelatina o qué pasó, pero aquello no había forma de cortarlo y que mantuviese la forma, se quedaba pegado a la cuchara y hacía que la porción de tarta se rompiese por todas partes. Además la textura no era nada agradable, casi parecía de plástico. No podía publicar esa receta.
Y encima, para más sufrimiento, la hice para un día que tenía invitados en casa... vaya forma de quedar "bien". Menos mal que son de confianza, nos reimos un rato del chocolate plasticoso y comimos el resto.
Es la primera vez que tengo que repetir una receta para publicarla.
La segunda vez (esta de las fotos) todo marchaba mejor.
Decidí hacer el bizcocho de chocolate del libro 1080 Recetas de cocina, que nunca falla, cambiando parte de la harina por almendra molida, para que se pareciese más al de la sacher.
Hago el bizcocho, lo relleno, cubro con la primera capa de ganaché, y dejo reposar toda la noche en la nevera. Todo perfecto, ¡iba a quedar genial!
Al día siguiente, cuando la voy a cubrir con la segunda para darle brillo... ¡no me queda chocolate del que uso siempre! ¡Horror! Era domingo por la mañana... así que tuve que utilizar otra marca que había comprado para probar.
Una marca local, que normalmente está bastante bien, pero el fondant no me gustó nada. Debe de tener harina entre sus ingredientes, pasó de estar super líquido a espeso de cortar con cuchillo y tenedor, perfecto para un chocolate con churros pero no para cubrir una tarta.
Así que las gráciles y desenfadadas gotas escurriendo de chocolate brillante que había pensado para decorar la tarta se convirtiesen en mareas de lodo chorreando por los laterales.
Encima es que me bloqueé tanto al verlo, que ni se me ocurrió ponerle más nata para aligerarlo ni extenderlo y cubrir toda la tarta, aunque quedase con marcas...no, así la dejé.
Lo mejor fue cuando se levantó el catador oficial y me dice: Un poco bruta, ¿no? Argggg! casi me da algo.
Ahora que lo pienso, no sé si se refería a la tarta o a mi... ¡y prefiero seguir nadando en la ignorancia!
Ingredientes:
Para el bizcocho:
- 3 huevos (los pesamos)
- el mismo peso de mantequilla
- el mismo peso de chocolate
- el mismo peso de azúcar
- el mismo peso menos 50 gramos de harina de trigo
- 50 g de almendra molida
- 1 cucharadita de levadura química
- 1 pizca de sal fina
Para el relleno:
- mermelada, quedan genial las de albaricoque o frambuesa
Para cubrir:
- 150 ml de nata líquida
- 150 g de chocolate de postres
Glaseado final:
- 100 ml de nata líquida
- 100 g de chocolate de postres
- mantequilla (una nuez, más o menos)
- 2 hojas de gelatina neutra
Empezaremos haciendo el bizcocho. Es una receta que siempre sale bien, hace muchos años que lo hago y queda perfecto.
En un cazo a fuego suave o en el microondas fundimos la mantequilla junto con el chocolate, para que se derritan lentamente.
Es importante que no hierva, tiene que ser a fuego muy suave y el tiempo justo para que se funda el chocolate.
Retiramos del fuego y añadimos el azúcar, removiendo bien.
Separamos las yemas y las claras de los huevos, e incorporamos las yemas a la mezcla una a una, integrando bien antes de añadir la siguiente.
Añadimos la almendra molida y por último la harina tamizada, mezclada con la levadura química (tipo Royal).
Por último, montamos las claras a punto de nieve con la pizca de sal, y las integramos con cuidado al resto de ingredientes. Poco a poco, y siempre moviendo de abajo a arriba,para que no se rompan las burbujas y siga entrando aire en la mezcla.
Vertemos la masa en un molde engrasado y enharinado y lo introducimos en el horno precalentado a 180ºC, unos 40 minutos más o menos.
A partir de los 30 comprobaremos con un cake tester o un palillo por si se pasa antes de tiempo.
Cuando esté listo lo sacamos del horno, y pasados unos minutos lo volcamos sobre una rejilla para que termine de enfriar. Esto yo lo hago sin desmoldarlo, no lo saco del molde hasta que esté bien frío.
Podemos calar el bizcocho si queremos, pero lo ideal es hacer la tarta con 2-3 días de antelación y que sea la mermelada la que vaya empapando todo el bizcocho. Cuantos más días pasen, más rica está.
Para hacer el ganaché simplemente ponemos la nata a calentar a fuego suave, para que no se pegue.
Cuando empiece a hervir, retiramos del fuego y añadimos el chocolate de postres cortado en trozos pequeños.
Removemos hasta que esté perfectamente deshecho, y dejamos templar para utilizarlo.
Cuanto más frío esté, más espeso quedará. Tenemos que ir comprobando la densidad que nos guste para trabajarlo, y cuando esté en su punto cubriremos la tarta con él.
Es muy cómodo poner la tarta sobre una rejilla y dejar que el chocolate bañe toda la tarta y dejar escurrir el exceso.
Yo no suelo hacerlo así porque siempre sobra un montón, pero en este caso sí se puede hacer de este modo, ya que como vamos a usar más ganaché para el glaseado final podemos recoger el sobrante y reutilizarlo.
Así que lo dicho: ponemos una fuente grande, encima una rejilla, y encima la tarta. Ojo con las migas, pincelaremos el bizcocho antes de ponerlo sobre la rejilla para que no se mezclen con el ganaché, que luego se notan un montón.
Vertemos el ganaché desde el centro, dejando que escurra por los laterales. Podemos ayudarle con una espátula si queremos dirigirlo a alguna parte concreta, hasta que toda la tarta esté bien cubierta.
Reservamos el ganché sobrante y dejamos reposar la tarta unas horas, mejor si es una noche completa en la nevera.
Finalmente, sólo nos queda la capa de chocolate brillante.
Hacemos más ganaché o reutilizamos el sobrante de la primera capa. Templamos, y le añadimos una nuez de mantequilla y un par de hojas de gelatina neutra que previamente habremos hidratado en un vaso de agua. Antes de añadirlas las secaremos con un papel de cocina.
Removemos bien, y damos la capa de glaseado final.
Como os decía al principio, yo pretendía cubrir sólo la parte de arriba y dejar caer alguna gotita "graciosa" por el lateral...jajajaja! ¡Sufro cada vez que veo estas fotos!
Si aún así os decidís a hacer la tarta os recomiendo que repose al menos 2 o 3 días. Esta estuvo sólo una noche, y se ve como la mermelada empieza a mojar el bizcocho pero muy poco, lo perfecto sería que estuviese completamente empapado.
Y no me entendáis mal, la tarta está muy buena, pero yo es que le cogí tirria ya antes de hacerla, y cuando es no, es no. Y se acabó.
Para los que os encanta el chocolate es una tarta perfecta, con un sabor muy intenso, otro de los grandes clásicos que nunca falla.
Si la selección natural funciona, la selección natural postrera también... las tartas que resisten más de 100 años (en este caso casi 200) se van a quedar entre nosotros para siempre.
¡Un saludo y gracias por visitarme!