miércoles, 25 de enero de 2012

PITHIVIER (RELLENO DE FRANGIPANE)

 Whole kitchen en su Propuesta Dulce para el mes de enero nos invita a preparar un clásico de la cocina francesa: Pithivier.

Este mes volvemos a la carga después de las vacaciones del mes de diciembre con una propuesta super sencilla pero imprescindible a partir de ahora en nuestra cocina.

Otra vez viajamos a Francia, un país que nunca defrauda en cuanto a repostería.

Aunque el título de la entrada pueda asustar (al menos a los que como yo cuando lo leí no tengáis ni idea de lo que es), si se escribe en castellano pasa a ser muchísmo más sencillo: una tarta de hojaldre rellena de crema de almendras.
Es más, casi mejor la definiría como una empanada de hojaldre y crema de almendras.


Hacía tiempo que quería probar el frangipane (la crema de almendras), y he de decir que en casa nos ha gustado muchísmo. Ya estamos pensando en usarla en un monton de cosas.
Además por lo que estuve leyendo, hay otra versión en la que se mezcla a partes iguales esta crema con crema pastelera... tiene que estar impresionante en unas tartaletas de manzana.

Con esta receta voy a compensar a la larguísima y tediosísima tarta san marcos anterior... ¡ya veréis qué cortita es!

Ingredientes:
Para el frangipane:
- 100 g de mantequilla
- 100 g de azúcar
- 2 huevos
- 100 g de almendra molida

Además:
- 2 planchas de hojaldre circulares
- huevo batido para pincelar
- naranja confitada (opcional)

Para decorar:
- azúcar glass, frutas confitadas,...

Comenzaremos haciendo el frangipane.
En un bol ponemos la mantequilla a temperatura ambiente cortada en dados.

Añadimos el azúcar y mezclamos bien con unas varillas.

Incorporaremos los huevos uno a uno, removiendo bien antes de integrar el siguiente.

Finalmente, ponemos la almendra y mezclamos hasta que esté totalmente incorporada a la crema.
Ya está lista para ser utilizada, reservamos.


Para montar el pithivier, ponemos uno de los discos de hojaldre sobre la bandeja del horno.

Colocamos encima la crema de almendras , teniendo la precaución de dejar 2 o 3 cm en el borde libres para poder pegar la tapa.
Os recomiendo poner una capa gordita, de unos 3 cm, ya que luego bajará un poco.

El pithivier también admite rellenos de frutas confitadas, así que yo le puse por encima unos trocitos muy finos de naranja, me encanta el aroma que aporta a la repostería.


En el otro disco de hojaldre trazamos un diseño con un cuchillo (podemos hacerlo llegando a cortar la masa o sólo marcarlo un poco, como prefiramos).
Si decidimos sólo marcarlo, es imprescindible hacer un agujero central para que el actúe como una chimenea y el vapor pueda salir durante la cocción.

Pincelamos el borde de la base con huevo batido, y colocamos con cuidado la tapa, procurando que se deforme lo menos posible.

Presionamos los bordes para que se peguen bien los dos discos de hojaldre, y con la ayuda de un cuchillo hacemos los pétalos característicos del borde de esta tarta.


Introducimos el pithivier en el horno precalentado a 200ºC, y lo dejamos unos 15 minutos, hasta que veamos que el hojaldre haya subido y está hecho.

En las fotos del corte podéis ver que a mi se me churruscó un poco por la parte de abajo, como no me gusta nada el hojaldre poco hecho prefiero alargar un poco la cocción y arriesgarme a que pase esto.

Lo retiramos del horno y  lo ponemos a enfriar sobre una rejilla.

Si queremos  una vez que esté frío podemos espolvorearlo con azúcar glass, aunque no es imprescindible, admite las dos presentaciones.


Podemos tomarlo tibio o frío (a temperatura ambiente), a nosotros nos gustó mucho más después de haber reposado unas horas.

Como os decía al principio en casa nos ha encantado, de hecho desde que en WK  hace unos días nos hicieron esta propuesta, ya es la segunda vez que lo hago, una vez en formato individual y la otra este más grande.

Es de esas recetas que se tarta más en leer que explicar, y el resultado es de 10.
Si os gustan los postres de almendra, tenéis que probarlo... y si no también!


jueves, 19 de enero de 2012

TARTA SAN MARCOS

 Por fin me voy a poder sacar esta espinita... hace ya casi 3 años (aún no había ni proyecto de blog) le prometí a mi amiga Marta que le iba a hacer este paso a paso... ¡y aquí está! ¡Por fin! Ya no tienes excusa... ¡y sin soplete, además!

El día de su cumpleaños intentó hacer una tarta sorpresa para su costi, pero no salió del todo bien. Por no dar más detalles, digamos que "no salió".
He de decir que esta es una tarta laboriosa, incluso para los que estamos acostumbrados a hacer repostería a menudo, así que tiene todo mi respeto por haberlo intentado con tan pocos medios.

El otro día cuando le dije que este año por fin iba a hacer su paso a paso, sus palabras fueron: "no des nada por sabido".
Por tanto, queridos amigos, preparaos, que hoy el enrollamiento va a ser máximo.

Tengo que decir que el único cachivache de cocina que tiene es una batidora de cuchillas, así que está hecha sólo con ese electrodoméstico.
Sin varillas eléctricas, sin soplete, sin tamiz, sin lira... no os podéis imaginar lo que sufrí viéndolos tan quietecitos en sus estantes sin poder usarlos.
Bueno, miento, tampoco tiene báscula, pero me niego a hacer este bizcocho sin báscula, así que si no tenéis podéis hacer el clásico de yogur, para el que no la necesitamos. (una receta aquí, por ejemplo). El resto de cosas sí se podrían hacer a ojo, creo yo. Aunque para que queden perfectas, siempre pesando.

Vamos ya con la receta, que es larga y las horas escasas. Creo que es la misma que le había pasado a ella en aquella ocasión, la de Auro.

Estas cantidades son para un molde de 16 cm de diámetro, bastante pequeño, así que si queréis una tarta normal duplicad cantidades.

Ingredientes:
Para el bizcocho:
- 2 huevos
- 75 gr de azúcar
- 125 gr de harina de trigo
- 1/2 cucharadita de levadura química (tipo Royal)
- 50 ml de leche
- 50 ml de aceite de girasol
- una pizca de sal

Para el almíbar:
- 50 ml de agua
- 50 ml de ron
- 50 gr de azúcar

Para la crema de yema:
- 75 ml de agua
- 125 gr de azúcar
- 1 cucharadita de maizena
- 1 cucharada sopera de leche
- 2 huevos
- 1 cucharada sopera de zumo de limón
- 15 gr de mantequilla

Para la nata montada/trufa:
- 400 ml de nata para montar
- 2 cucharadas soperas de azúcar
- 3 cucharaditas de cacao en polvo

Para decorar:
- almendra laminada, en granillo, entera...
- caramelo
- azúcar moreno
- alguna fruta (physalis, por ejemplo)
- hilos de chocolate...


Empezaremos haciendo el bizcocho, como casi siempre.
Es importante que los ingredientes estén a temperatura ambiente, sobre todo los huevos, para que las claras se monten bien.

Abrimos los huevos y separamos las claras de las yemas.

Por un lado, montamos las claras con la mitad del azúcar. Empezamos a batir con unas varillas (manuales, en este caso), y cuando empiecen a formar burbujas y se vuelvan translúcidas, vamos añadiendo el azúcar poco a poco, en forma de lluvia sin dejar de batir para seguir introduciendo aire y que no se bajen.
A las dos vueltas ya me empezó a doler el brazo, qué mal acostumbrados estamos con tanto aparato eléctrico. Increíble.

Como son para el bizcocho no hace falta que estén montadas muy firmemente, aunque cuanto más lo estén mejor será el resultado.


En otro bol batimos los huevos con el azúcar, hasta que formen una crema espumosa amarillo pálido y no quede ningún resto de huevo sin batir.

Añadimos los líquidos (la leche y el aceite) y removemos para que se mezclen.

Mezclamos la levadura y la sal con la harina, y la vamos incorporando poco a poco a la mezcla de yemas.  Quedará una masa bastante espesa.
Podemos aromatizar con alguna esencia o piel de cítrico, yo le puse piel de mandarina rallada.

Con cuidado, vamos poniendo porciones de claras montadas sobre la mezcla de yemas.  Las vamos mezclando siempre suavemente y con movimientos envolventes y de abajo a arriba.
Así hasta que estén todas las claras integradas. Notaremos que la masa del bizcocho es mucho más fluída.

La vertemos sobre un molde enharinado y lo metemos en el horno precalentado a 180º, unos 20-30 minutos. Como siempre dependerá del tamaño del molde, del tipo de horno, de la temperatura de la masa.. de mil factores.


Es importante no abrir el horno (a no ser que se masque la tragedia) en los primeros 20 minutos, y aún así siempre tendremos que hacerlo muy rápidamente.

Cuando al pincharlo con un palillo salga limpio, el bizcocho está listo.

Lo sacamos del horno y lo ponemos a enfriar sobre una rejilla sin sacarlo del molde, ya que al estar caliente es muy frágil.

Aprovecharemos que tenemos el horno encendido para tostar la almendra, si la hemos comprado cruda. Pondremos el horno en posición grill.
Yo suelo hacerlo en papel de aluminio, haciendo una especie de bandeja de bordes altos para poder removerla un poco sin que se salga y se tueste más homogéneamente.

Hay que tener cuidado, tarta un poco en empezar a tostarse, pero en cuanto empieza es casi inmediato.


Mientras se hornea el bizcocho, podemos preparar el almíbar y la crema de yema, que tendrán también que enfriar antes de ser usados.

Para el almíbar ponemos agua, azúcar y ron (o algún otro licor que os guste, el cointreau también va muy bien)  a partes iguales en un cazo al fuego.

Dejaremos que hierva unos 5 minutos a fuego medio, hasta que se vuelva más denso. Tendremos en cuenta que cuando enfría espesa un poco más.
Apagamos y reservamos.

Si lo van a tomar niños, podemos hacer el almíbar sólo con agua y azúcar y cuando lo apaguemos añadir zumo de naranja o mandarina, queda también muy rico. 


Al mismo tiempo podemos hacer la crema de yema (en este caso es de huevo, ya que los lleva enteros, pero le llamaré igualmente de yema).
Parece que son muchas cosas a la vez, pero al almíbar no hay que hacerle ni caso, se hace solo, y al bizcocho con echarle un ojo de vez en cuando es suficiente.
Así aprovechamos el tiempo al máximo, y no se nos hace tan larga la preparación.

En un cazo ponemos el agua, el azúcar y el zumo de limón, y hacemos un almíbar con ellos. Mismo proceso: al fuego, que hierva unos 5 minutos, siempre comprobando que el azúcar esté bien disuelto cuando apaguemos.
Como hay que esperar un rato para usarlo, yo lo que hice fue verterlo en una taza, aclarar el cazo con agua para que enfriase, y seguir con la preparación ya al momento.

En ese mismo cazo batimos muy bien los huevos. Es importante que no queden restos de huevo sin batir, ya que luego los encontraríamos en la crema. (Antes de que preguntes, Marta, por supuesto que podemos usar un cazo diferente).

En un recipiente (vale uno pequeñito) mezclamos la maizena y la leche, aplastando contra el borde con la parte de atrás de una cuchara los pequeños grumos que puedan formarse.
Añadimos esta mezcla a los huevos batidos, y batimos bien.

Poco a poco, en forma de hilo, y siempre removiendo a la vez para que no cuaje por el calor, añadimos también el almíbar.

Llevamos el cazo al fuego y removemos constantemente, hasta que quede una crema bien espesa.

Retiramos del fuego, y añadimos la mantequilla en dados o láminas. Mezclamos hasta que se disuelva por completo y reservamos hasta el momento de montar la tarta.

Os recomiendo poner un film de cocina en contacto con la crema para que no se forme costra, es un truco que va genial. 


El siguiente (y ya casi último) paso es montar la nata y hacer la trufa.

Cuanta más materia grasa tenga la nata mejor, así que yo esta vez utilicé la de Central Lechera Asturiana, que tiene un 35.1%, y tengo que decir que sí que se nota la diferencia.

Es imprescindible también que esté muy fría, al menos 24 horas en nevera, y si puede ser media horita de congelador también, aunque yo esto último no lo hice.

Lo ponemos en un vaso alto y empezamos a batir. Como os decía, traté de hacer esta tarta lo más parecido a como la podría hacer Marta, así que monté la nata con la batidora de cuchillas.
Empezamos batiendo al mínimo, más o menos un minuto, y siempre abajo y arriba, sin dejar la batidora quieta.
Pasado este tiempo, veremos como empieza a espesar. Es el momento de añadir el azúcar (otra vez en forma de lluvia y sin dejar de batir arriba y abajo) y subir la potencia al máximo.

Batiremos hasta que esté bien firme, teniendo cuidado de no pasarnos y que se convierta en mantequilla.

Retiramos un poco menos de la mitad de la nata montada y le añadimos el cacao en polvo (como medida de urgencia vale colacao, sí), mezclándolo suavemente hasta que se forme la trufa.

Reservamos las dos cosas en la nevera.


Ya sólo nos queda montar y decorar la tarta. Despues de la odisea, esto es lo más sencillo.

Es importante esperar a que tanto el bizcocho como el almíbar y la crema de yema estén a temperatura ambiente, para que quede bien.

Con un cuchillo, partimos el bizcocho en 3 discos más o menos iguales. Yo suelo poner el de abajo un poco más grueso, por si se empapa demasiado que no llegue a romperse, y que la tarta siga siendo fácil de servir.

Un truco para que la tarta quede bien plana por arriba es darle la vuelta al bizcocho antes de cortarlo en discos.
Así, lo que queda en la parte superior es el "culo" del bizcocho, que siempre queda perfectamente liso.
También podemos dejarlo tal cual y cortarle "la barriga", pero es un poco más engorroso.

Ponemos el primer disco sobre el plato donde vayamos a servir la tarta.
Con una cuchara empapamos con almíbar, y encima una capa generosa de nata montada (debemos acordarnos de reservar parte para el lateral de la tarta).

Alisamos con un cuchillo o espátula, y encima ponemos el segundo disco de bizcocho. Calamos con almíbar, y ponemos la capa de trufa.
Si queremos podremos dejar también parte para decorar, yo en este caso no la utilicé.

El tercer disco de bizcocho lo calaremos antes de ponerlo, en la parte que va en contacto con la trufa. Así conseguiremos que esté húmedo pero no tanto como para estropear la decoracion superior.

Lo colocamos sobre la trufa, y encima ponemos la capa de crema de yema, alisándola bien, ya que quedará a la vista.

Hasta este momento es todo (o debería serlo) bastante limpio. Como ahora toca lo más engorroso, os recomiendo poner unos trozos de film o papel de aluminio en los bordes del plato o fuente, para que luego el acabado sea mucho más limpio.

Pues bien, ahora poco a poco vamos cubiendo el lateral de la tarta con nata montada. No debemos escatimar, ya que si no hay nata suficiente las almendras no se pegarán.


Una vez tenemos el borde bien cubierto, despacito y con buena letra vamos pegando la almendra tostada.
Hay varios métodos, a mi el que más me gusta es poniéndola sobre un cuchillo ancho y pegándola sobre la nata como si fuese una espátula. Tiene que ser con un movimiento rápido, si no la almendra se escurre y queda toda en el fondo.
También podemos salpicarla o usar la mano a modo de espátula, como prefiramos.

Una vez esté bien cubierta, retiramos con cuidado los trozos de papel film, para dejar a la vista el impoluto plato.

Generalmente la crema de yema se quema con soplete, pero como a estas alturas todos sabréis, Marta no tiene soplete, así que había que pensar otra cosa.

Mi primera opción era hacer un disco muy fino de caramelo y ponerlo encima de la tarta, pero me pareció demasiado dificultoso y pringoso.
Luego pensé en triturarlo y espolvorearlo sobre la crema... así que se me ocurrió hacer esto, un método mucho más directo.

Con 3 cucharadas de azúcar y unas gotas de zumo de limón hacemos un caramelo clarito.
Cuando esté listo, lo retiramos del fuego y con una cuchara vamos cogiendo pequeñas cantidades y haciendo hilos sobre la tarta.

Es posible que tengamos que volver a calentarlo en algún momento si se queda muy denso, pero con unos segundos al fuego se soluciona.

Al principio quedarán unos hilos de caramelo duros y bien definidos, pero con el paso de las horas la humedad hará de las suyas (en este caso para bien) y derretirá el caramelo, dándonos aspecto y sabor casi de yema tostada.
Tenéis que creerme, las fotos las saqué nada más montar la tarta, pero luego en la nevera se derritió del todo.

Queda perfecta así tal cual, pero si queremos aprovechar unos physalis churrumidos que tengamos en la nevera desde hace meses... ¡esta es nuestra ocasión!


Bueno, los que hayáis llegado hasta aquí sois mis ídolos... porque ya no me aguanto ni yo! jajajaja!
 Espero no haberme dejado nada atrás, pero por favor si queda alguna duda, ya sabéis, avisadme.

Para rematar recomendaros (si no lo habéis hecho ya) que hagáis esta clásica tarta en casa... está buenísima.

A veces (y yo soy la primera) nos empeñamos en hacer cosas nuevas, y cuando pruebas un postre de estos te das cuenta de que si algo lleva tanto tiempo "entre nosotros" por algo será.
¡Los grandes clásicos nunca fallan, como siempre os digo!

Un saludo para todos, y en especial  un muy feliz cumple a Julio. Este año Marta no tiene disculpa,  exige tu San Marcos en estado sólido.


martes, 10 de enero de 2012

CUPCAKES DE LIMÓN Y MERENGUE


Antes de nada, tengo que desearos un muy feliz 2012! Para mi el 2011 acabó "regularcillo" (tranquis, nada muy grave, pero sí varias cosas a la vez), así que este 2012 espero que vaya a mejor. ¡Seguro que sí!

Entre otras cosas se me estropeó el ordenador (murió, vamos), así que perdí todos mis enlaces favoritos, recetas pendientes,... ahora a volver a empezar a recopilar desde cero. Todo por no guardar una copia a tiempo... como siempre, no tengo remedio.

Venga, pasemos a la receta, que es bastante larga y no quiero cansaros demasiado.

Cuando hice las tartaletas de limón y merengue (Lemon pie) me quedé con ganas de probar algo parecido pero con bizcocho, así que hace unos días preparé estos cupcakes con lemon curd y merengue... preciosos además de riquísimos.

Tenéis que perdonadme, además de mis favoritos perdí los links de donde "robé" las recetas del bizchocho y del lemon curd... así que si alguien las reconoce como suyas que me lo diga, que encantadísima pongo el enlace.


Esta receta es ideal para aquellos a los que os gusten mucho los cítricos... el lemon curd está hecho con zumo de limón, por lo que queda muy ácido...mmmm! ¡Me encanta!

Además contrasta a la perfección con el merengue dulce, y si queremos podemos añdir lima, mandarina, naranja...
Esta vez probé una receta diferente de lemon curd (la otra era con leche condensada), que queda un poco más ácida todavía.

Ingredientes:
Para la masa de bizcocho:
- 100 g de mantequilla
- 120 g de azúcar
- 2 huevos
- 150 g de harina de trigo
- 7 g de levadura química (tipo Royal)
- una pizca de sal

Para el lemon curd:
- 200 g de azúcar
- 100 g de mantequilla
- 150 g de zumo de limón
- 2 huevos+2 yemas
- piel de un limón

Para el merengue:
- 120 ml de agua
- 200 g de azúcar
- 2 claras de huevo
- cremor tártaro (opcional)

Como siempre empezaremos haciendo la masa de bizcocho, que podremos hornear en un molde grande (para hacer una tarta) o en cápsulas individuales, para hacer unos cupcakes tan majos como estos.
Es importante que todos los ingredientes estén a temperatura ambiente, para que quede la mezcla bien esponjosa.

En un bol batimos con unas varillas la mantequilla con el azúcar, hasta que se forme una crema blanca y espumosa.

Sin dejar de mezclar, añadimos los huevos uno a uno, sin incorporar el segundo hasta que el primero esté bien incorporado.

Por último tamizamos mezcladas la harina, la levadura y la sal, removiendo continuamente para que se repartan uniformemente por toda la masa.


Ponemos las cápsulas para magdalena en unos moldes rígidos (yo como os comenté otras veces, tengo unas flaneras de aluminio que van genial) y las vamos rellenando, intentando que quede la misma cantidad de masa en cada cápsula, para que sean lo más iguales posible una vez horneadas.
Podemos conseguirlo midiendo en volúmen o pesando, como prefiramos.

Como podéis ver, yo usé dos tamaños de cápsulas distintas, unas normales y las otras minis.
Si no recuerdo mal (que puede que sí, porque ya hace un mes que los hice), los minis pesaban 20 gramos y los normales 70.

Metemos en el horno precalentado a 180º y dejamos hasta que estén listas, unos 15 minutos si son grandes y 6 si son pequeñas (aunque como siempre os digo, dependerá del horno, cada uno es un mundo).


Mientras horneamos las magdalenas podemos ir haciendo el lemon curd, es muy sencillo.
Ponemos en un recipiente al baño maría el azúcar, la mantequilla y los 150 g de zumo de limón.

Removemos de vez en cuando hasta que la mantequilla y el azúcar se derritan, y la mezcla se caliente.

En otro recipiente batimos los 2 huevos y las 2 yemas (las claras que sobran las utilizaremos para el merengue, aquí no se tira nada), y añadimos la piel de un limón.

Puede ser rallada (mejor pulverizada, para no encontrar ni rastro) o en tiras grandes para luego poder retirarlas, pero siempre teniendo en cuenta que sólo hay que poner la parte amarilla, nunca la blanca.

Añadimos la mezcla del segundo recipiente al primero, sin retirarlo del fuego, y removemos constantemente hasta que la crema espese, como si fuese una crema pastelera.
Cuando esté lista, la apartaremos del fuego y cubriremos la superficie del lemon curd con un film de cocina, para evitar que se forme costra al enfriar. Resevamos.


Por último, haremos el merengue. La  receta la vi en la web Las recetas de Sara, os recomiendo pasaros por allí y deleitaros un buen rato con todas sus maravillosas recetas.

Es importante que los ingredientes estén a temperatura ambiente, para que las claras queden mucho más firmes, además de que los utensilios estén bien secos.

En un cazo ponemos los 120ml de agua y 150g de azúcar al fuego, y lo dejamos tranquilamente, sin remover en ningún momento, hasta que alcance los 120ºC.

En un bol empezamos a montar las claras con unas varillas a la velocidad más alta de la batidora (o del brazo, si lo hacemos a mano).

Cuando esté semi montadas, añadimos los 50 g restantes de azúcar muy poco a poco, espolvoreando en forma de lluvia, y sin dejar de batir en ningún momento, hasta que estén relativamente firmes.

En cuanto el almíbar alcance los 120ºC, lo vamos incorporando con un hilo muy fino a las claras, sin dejar de remover, e iremos viendo como el merengue es cada vez más espeso y más brillante.

Una vez hayamos acabado el almíbar, seguimos batiendo unos 5 minutos para que el merengue baje de temperatura y el azúcar no cristalice.


Bien, pues ya tenemos todos los ingredientes listos, sólo nos queda montarlos.

Cogemos una magdalena y con un cuchillo de punta afilada le quitamos un cono en la parte superior.
Tenemos dos opciones, o poner un poco de crema de limón y volver a poner el cono en su sitio (si queremos que lleve poco lemon curd), o deshechar el cono y rellenar completamente con la crema de limón.
Yo hice la mitad de cada, y me quedo con los segundos...¡qué buenos!.

Con deshechar por supuesto no me refiero a tirarlos, me refiero a guardarlos para "rebañar" el recipiente del lemon curd cuando hayamos acabado de rellenar.

Para decorar con el merengue, lo pondremos en una manga pastelera con la boquilla que más nos guste... y a disfrutar!

En unos espirales hacia dentro, en otros hacia fuera... lo más divertido de toda la receta

Si no queremos decorar con manga, podemos poner una capa generosa con una cuchara y darle forma con la parte posterior, haciendo unos picos, también queda muy bien.


Podemos decorar con alguna gominola o bolita de chocolate... yo tenía estas gominolas de limón que llevaban un año en casa, ya eran como de la familia... y unas bolitas de canela que me regaló una amiguísima y que estoy decidida a acabar antes de que se estropeen... aunque ya veremos, porque como siempre me da muchísima pena comerlas.

Y si sois fan del soplete como yo... ¡a usarlo también!
Uno de mis artilugios de cocina favoritos, me encanta utilizarlo, siempre que lo enciendo me imagino como sería mi vida de soldadora de día y bailarina de noche... Aquí os dejo el vídeo de What a feeling, seguro que a partir de ahora cuando encendáis vuestros sopletes también pensaréis en esta canción.


Pues aquí os dejo la primera receta del 2012, como la vida misma: dulce pero con un toque importante de acidez... ¡Y para disfrutarla al máximo! En una sóla palabra: deliciosa.

Espero que os guste, ya me contaréis.